Abril de 2013. Daca,
capital de Bangladés. El edificio Rana Plaza, situado a las afueras de la
populosa ciudad, colapsa dejando una cifra de víctimas mortales superior a las
1.100 personas, y más de 2.000 heridos, todos ellos empleados de un taller
textil que se ubicaba en el propio edificio, dedicado a producir prendas para
más de una treintena de firmas occidentales de moda.
Esta trágica
noticia, que conmocionó al mundo, hizo que Andrew Morgan, un documentalista y cineasta
americano, comenzara a plantearse de dónde procedía la ropa que vestía e interesarse
sobre los perjuicios sociales, económicos, medioambientales y psicológicos que
provoca la moda, una industria que cada año mueve globalmente miles de millones
de euros y que emplea a más de 40 millones de personas en todo el planeta, el
80% de las cuales son mujeres.
Con esa reflexión
vital como punto de partida, Morgan decidió aportar su granito de arena y
desarrollar el documental “The True Cost”, que
fue presentado durante el pasado Festival Internacional de Cine de Cannes
(Francia) con un gran éxito de crítica y que fue financiado íntegramente gracias a la aportación
económica de más de 900 patrocinadores en Kickstarter, una plataforma colaborativa de captación
de fondos, poniendo en tela de juicio el fenómeno conocido como “fast fashion”, así como el impacto que
ésta está produciendo en nuestra sociedad.
En la cinta, de 92
minutos, aparecen los activistas Mu Sochua o John Hilary, líder del movimiento
War on Want que lucha por la justicia global en causas sociales, así como otros
tantos personajes, más o menos célebres, entre los que destaca la diseñadora
británica Stella McCartney, miembro activo de la asociación PETA y altamente concienciada con la producción
sostenible dentro del universo fashion o Livia Firth, hija del aclamado actor
inglés Colin Firth e impulsora de Eco-Age, una
compañía que fomenta la moda sostenible y certifica los procesos industriales
de algunas enseñas de moda, entre las que destacan las firmas Victoria Beckham,
Narciso Rodriguez o Burberry´s, entre otras, las cuales se han sumado a este
justa causa en pro del planeta y de una sociedad y un comercio más justo.
Con sus
aportaciones, el documental invita a reflexionar acerca de quién realmente paga
el coste de la ropa que vestimos a diario en Occidente, haciendo para ello un
repaso gráfico que se mueve entre las glamourosas pasarelas internacionales y
las imágenes de los suburbios y fábricas de algunas ciudades asiáticas,
atiborradas de personas que, a diario, se juegan la vida a cambio de un sueldo
indigno y unas condiciones laborales altamente cuestionables en materia de
salubridad, higiene y seguridad.
Así, el filme, que
puede verse en nuestro país en plataformas de pago como Canal +, Netflix o a través de
iTunes, ahonda en cuestiones tales como la especulación bursátil en torno al
precio de las semillas para producir algodón o despeja datos tan relevantes
como el que asegura que en Estados Unidos, allá por los años sesenta, la
producción de ropa se desarrollaba casi íntegramente en el propio país (95%),
llegando a nuestros días con el 97% de las mismas fabricadas, en condiciones
cuestionables, en países como Vietnam, Camboya o Bangladés, entre otros.
Además, el
documental deja lugar para la reflexión personal con otros datos del estilo,
como aquellos que sitúan a la industria de la moda como la segunda más
contaminante del mundo, por detrás de la industria petrolífera o aquellos otros
que nos deberían hacer pensar en esa moda “low
cost” asociada directamente a un mal endógeno en la sociedad contemporánea:
el consumismo exacerbado. Un filme muy recomendable para todos aquellos, o no,
amantes de la moda, que debe hacernos reflexionar sobré qué consumimos y que
no, en qué medida lo hacemos y sobre todo, a qué coste. Te dejamos aquí un enlace al trailer de la cinta original.
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