Hace poco más de 15 años, Bilbao era una ciudad más bien gris, industrial y encerrada en sí misma, hasta que, el fallecido “mejor alcalde del mundo” Iñaki Azcuna ideó una suerte de plan de reconversión urbanística de la ciudad a través de la arquitectura y la modernidad, con el Guggenheim de Frank Gehry como catalizador de un proyecto que puso al “botxo” en el mapa internacional de las ciudades a visitar. 

Arquitectos como Pelli, Foster, Calatrava, Starck y cía desembarcarían poco a poco con sus proyectos y el éxito turístico y económico rápidamente se extrapoló, con diferente suerte, eso sí, a otras ciudades repartidas por toda la geografía patria costase lo que costase. Bendito alcalde la que liaste sin saberlo y malditos aquellos otros que sí lo sabían puesto que sus planes no se sostenían ni con hierro forjado….Léase ciudades de la cultura insostenibles, obras megalómanas por doquier sin financiación posible o pasarelas puente en exposiciones efímeras que lastraron las arcas públicas. Viva la cultura del pelotazo, aquí todo valía.


A lo que iba todo esto, es a subrayar que, en otro orden y sin por ello haber tenido que tirar de plan urbanístico y especulación, Málaga asiste, de unos años a esta parte, a un proceso de transformación similar al de su homónima norteña, si bien ha sido el arte y la cultura su potencial más atractivo, junto a los más de 280 días de sol que la Costa del Sol asegura al turista un viaje plácido de relax y clima mezclado con salud, golf o lujo, según se tercie. 

En este sentido, a la eclosión que marcó la inauguración del Museo Picasso en la capital económica andaluza (como lo lea un sevillano lo mismo se acuerda de mis progenitores…) le siguieron el desembarco de la marca Thyssen gracias al Museo Carmen del mismo apellido (nuestra Tita Cervera, vamos…), la llegada de los rusos con el Museo Estatal de Arte Ruso (Barcelona se quedó el Hermitage, o eso dicen) y la recién inaugurada, franquicia temporal, que el Centro Pompidou de París ha cedido, a cambio de un millón de euros anuales, durante cinco años a la ciudad. 


A todos estos museos y centros expositivos se sumó, en 2003 el CAC (Centro de Arte Contemporáneo de Málaga), probablemente el instigador del cambio de tendencia cultural en la ciudad y que ocupa el antiguo mercado de mayoristas de la capital del espeto, ejemplo de la arquitectura racionalista andaluza. 

Su director, Fernando Francés, visionario y gurú cultural de grandes miras y osado (y acertadísimo) atrevimiento en sus propuestas museísticas, ha abogado desde su dirección por un programa cultural amplio, diverso y global, que ha dado sus frutos en un total de más de 150 exposiciones, colectivas o individuales y que ha traído a nuestro país en este periodo a artistas de la talla de Anish Kapoor, Julien Opie, la británica Traci Emin, Louise Bourgeois, o los españoles Miquel Barceló y Santiago Sierra, entre otros tantos, de mayor o menor renombre.

Entre las propuestas más recientes del centro de arte, y que coinciden con este fenómeno transformador de la ciudad sobre un área concreto que se ha venido a llamar el Soho malagueño, Francés también ha influido apostando por meter entre cuatro paredes las piezas de artistas provenientes de otras disciplinas artísticas como el cómic, la ilustración o el arte callejero, como la primera retrospectiva en nuestro país del norteamericano KAWS con sus aclamados Companion, las famosas figuras Art&Toy en tamaño XXL. 

En esta línea artística destacan además las dos exposiciones temporales que en estos días y hasta finales del próximo mes de septiembre se exhiben en el museo malagueño: Your Eyes Here, del grafitero americano Shepard Fairey, fundador de la firma de moda streetwear Obey y creador de piezas mundialmente conocidas como el luchador Andre The Giant o el mítico cartel Hope para la campaña electoral que ayudó a proclamar a Obama como presidente de los EE.UU., y Wasted Youth, una retrospectiva sobre más de 15 años de la trayectoria artística del británico D Face, cuya obra está fuertemente influenciada por el skate, la música punk, el Pop Art y el arte urbano. Apostillar también que estos dos artistas ya coparon la actualidad mediática de la ciudad hace dos años cuando, invitados por el propio director del museo realizaron de forma conjunta un gigantesco mural a modo de trampantojo sobre la medianera de un edificio aledaño al CAC.


Vistos los casos de Bilbao o Málaga, salta a la vista que cuando las cosas se quieren hacer bien, se pueden conseguir, independientemente de quién gobierne, que por cierto, poco me importa. Sólo es cuestión de enfoque, de iniciativa y de interés más allá de lo puramente económico. Cuanto daño hace la poca amplitud de miras, señores políticos.